No sé si es hoy, o quizá fuera ayer, pero me viene a la cabeza el 21 de mayo de 2006 como el día en que debuté en el ABC de Madrid con una piecita inane de tres párrafos sobre un homenaje a Santa Teresa de Jesús en la Real Academia de la Historia. Recuerdo que en aquella portada salía una foto de Ronaldinho, el Barça de Rijkaard había ganado la Liga.
En aquellos días, te metías en un periódico digital en el que habías escrito un reportaje y lo veías ahí, al fondo de una sección y rodeado de teletipos sin firma. Ahora en cambio, lo pones en redes sociales y en vez de competir con despachos de agencia compites con gente quejándose de su compañía telefónica.
Antes en internet casi nadie pagaba, ahora casi nadie paga bien. Es un avance muy sustancial.
Muchos de los periodistas sénior que quedan en plantilla de los grandes medios se quejan de que el periodismo que hacen va a pasar a ser sustituido por listas bobas y fotos de gatitos, pero no se engañen, en realidad se quejan de que los echen a la calle. Si muchos pudieran mantener el statu quo y la nómina haciendo gatitos, los harían. Yo no, porque tengo una ética: soy más de perritos. Y de jirafas.
Al final, las listas bobas y los gatitos contienen la misma cantidad de periodismo que la alternativa que algunos proponen, artículos pseudoemocionales sobre experiencias en primera persona, ya sea de sus propias familias o de cómo ven el futuro del oficio. Homeopatía factual, a fin de cuentas. E igual que unos chamanes llaman a lo suyo medicina, otros llaman periodismo a sus pucheros.
Otro avance. Entre unos y otros, hemos conseguido que en diez años el sintagma «periodismo de calidad» ya no signifique nada. Es una bandera que todo el mundo lleva ya, el segmento de mercado de la palmada en el pecho sin refutación posterior está saturado. Dejemos de usar ese sintagma maldito y nos irá mejor. Show, don’t tell.
La verdadera razón de que no haya mucho más periodismo de investigación en los medios no es que sea muy caro, es que es muy vocacional.
El día que saqué mi primer artículo, y Ronaldinho estará de acuerdo, las cosas eran muy diferentes. Los medios de comunicación habían pasado por dos décadas esplendorosas de pura fiesta pero, cuando yo llegué al local, ya estaban encendiendo las luces, sonaba With or without you y apenas quedaban para beber los culillos calentorros de los benjamines de Veuve Clicquot Ponsardin.
Para quienes asistieron a la fiesta, el panorama actual es desastroso pero, en general, con respecto a hace diez años, para quienes hemos nacido y crecido en la post-fiesta, la cosa está mejorando mucho. No se lo creen, ¿verdad? Pues sí, hay menos dinosaurios, pero más pequeños mamíferos en el planeta.
Y pienso que a lo mejor, cuando hablan de gatitos, se refieren a nosotros.