He tenido esta conversación con mucha gente. Empiezan por decir «yo pagaría por las noticias si…» pero al final esta frase nunca termina. Puede que hasta yo mismo haya empezado la frase sin concluirla. Entre medias, balbuceamos cosas como «algo que no pueda encontrar en otro sitio» o «como un Netflix» o la manida «periodismo de calidad», pura fatiga discursiva, porque si sólo pagásemos por comida de calidad al final ninguna nos parecería lo suficientemente buena como para aflojar la pasta.
Blendle es una aplicación holandesa que propone un sistema original para resolver este problema. Consiste en un kiosko online donde puedes encontrar artículos de varios medios importantes (restringido de momento a los estadounidenses) y pagar sólo por el artículo que te interese leer. Los precios están entre 0,19 y 0,49 centavos de dólar. Lo llaman el iTunes de la prensa, un mercado competitivo donde los artículos que logren el éxito lo harán por sus propios méritos y no por el prestigio de la cabecera y donde en teoría, como ha ocurrido con la música, el concepto de single arrollará al viejo LP conceptual que es un periódico. Todo sonaba muy bien y esta semana la aplicación salió en beta, así que allá que fui a probarla.
Una cosa que mola es que, aunque vendan noticias, se parece más a una aplicación tipo AirBnb, te registras con Facebook, tienes tu perfil, etc. Porque… ¿por qué tendría una web de venta de noticias que parecerse a un periódico? Aquí tienen un modelo estupendo para el comercio de artículos. Sin secciones, sin fotos y, en muchos casos, sin ni siquiera conocer el nombre del autor, mucho menos verlo sostenerse la barbilla en un recuadro en blanco y negro.
[A veces pienso en cuántas líneas de código del papel tenemos metidas aún los periodistas en el software cerebral que hemos traído a internet, ay, qué fresco veríamos el panorama sin esas interferencias. Por ejemplo, el concepto de exclusiva: guardar algo en una caja muy oscura hasta que lo sueltas. Es totalmente arcaico. Miren lo que pasa en el cine y las series; cuando una productora anuncia una nueva película o una empresa tecnológica anuncia una nueva aplicación o un nuevo gadget, te van soltando pequeños aperitivos visuales, días, semanas, meses o incluso años antes -las sagas de Star Wars, por ejemplo- para que la expectación aumente. Y lo hace. Mientras tanto, ahí estamos nosotros trabajando en el más absoluto secreto. No todos, claro. Algunos nuevos medios a los que sigo mandan a los suscriptores de su newsletter un avance de los temas en los que están trabajando. Un viejo periodista diría: «les estás dando ideas a la competencia», pero piénsenlo, si realmente están investigando algo con vocación de servicio público y quieren promoverlo, lo mejor que les puede pasar es que otros medios lo metan en sus agendas. Además, ayuda a que los lectores o suscriptores que sepan algo del tema participen. Y total, si después de todo otros medios lo sacan antes o mejor que tú, siempre puedes decir que les inspiraste. El caso es que parece una pequeña anécdota, pero es una forma totalmente distinta de trabajar, más transparente, sujeta a escrutinio y más acorde con el tipo de cosas que los periodistas andamos siempre exigiendo a los demás].
Disculpen la digresión, vuelvo con Blendle.
Te dan un crédito inicial de $2,50 para que te lo gastes en los artículos que quieras -si el artículo no te gusta, te devuelven el dinero- y luego puedes obviamente comprar más crédito. Más que secciones, lo que tienen es un filtro. Igual que en AirBnb filtras sólo las casas o la zona que te interesan, aquí lo haces con los temas que quieres que aparezcan: política, ciencia y tecnología, entrevistas, columnas de opinión… o los destacados que ellos mismos seleccionen.
Puse un par de filtros y eché un vistazo. Sí, a priori había varias piezas que me interesaban. Leí primero una de Newsweek sobre un grupo de hackers en Berlín que ayudaban a los refugiados sirios estableciendo puntos de conexión wifi en distintos puntos de la ciudad. La verdad es que hay mogollón de revistas a las que no suelo acceder a menudo, Newsweek o The Atavist por ejemplo, y la idea de que rescaten para ti artículos a los que nunca habrías llegado es reconfortante.
Vale, y aquí viene el principal problema, o la gran revelación. ¿Por qué estoy pagando realmente, por la información o por el comisariado de información? Claramente, por lo segundo. En los correos que he recibido de Blendle se hace mucho hincapié en que internet está lleno de ruido, y que ellos, con un nutrido grupo de curators en cada una de las áreas, se levantan todas las mañanas muy temprano para seleccionar lo mejor para mis ojos lectores.
A continuación, y ya un poco escamado por esta idea, leí una entrevista a la actriz porno Stoya en The Cut, el suplemento femenino de la New York Magazine. Aquí puede verse cómo la maquetación de Blende imita tremendamente a la de las revistas clásicas. Otra vez esas líneas de código de las que hablaba antes.
De nuevo genial, nunca habría entrado aquí y la entrevista era muy interesante. Y sí, claramente estaba pagando por que alguien lo escogiera, no por la entrevista en sí. De hecho, tras terminar de leerla busqué la entrevista en internet y estaba en abierto desde hacía dos semanas. En este blog siempre hemos dicho que el periodismo digital -pese a sus ventajas- consiste en un 99% de los casos en texto con enlaces y una foto cutre de recurso. En contraste, el papel maquetaba cada página de forma artesanal, estudiando caso por caso. Al menos así ocurría hasta ahora, donde la entrevista con Stoya aparece así de espectacular en la versión online de la revista:
Por qué tratar de imitar el feeling del papel cuando ya es posible mejorarlo en internet es material para otro post, de lo que quería hablar ahora es de que ya no se puede pagar por la información. Hay quien paga a Blende para que le seleccione lo que más le va a gustar, una tarea que antes encomendábamos a las redes sociales hasta que hicimos nuestra lista de seguidores tan homogénea que ya nadie lee apenas nada que no salga de su zona de confort, simplemente hacemos F5 cada día a esa zona de confort con información nueva. Y como Twitter o Facebook ya no me sirven para seleccionar qué cosas gratis debo leer, lo hace Blendle.
Y al final, es una pasta. Si cada artículo que leemos en internet lo pagásemos a 20 céntimos de euro, por pocos cientos de lectores que tuviéramos, los vendedores de artículos tendríamos grifería de oro y un Miró sobre el retrete del salón. Y el caso es que esos artículos que Blende ofrece ya existen gratis, basta con una búsqueda, medio segundo. Podría abrir ahora mismo otra pestaña, salir de Blendle y leerlo, pero si pago esos 20 céntimos es porque me he ahorrado justamente eso. No quiero buscar cosas buenas que leer, sólo quiero elegirlas.
Hoy en día, no puedes pedir a nadie que pague directamente un euro por leer un reportaje sobre Yemen que has escrito, pero puedes pedir muchos euros para escribir un reportaje sobre Yemen, y quien los pague sabrá que el reportaje será finalmente gratis. La gente paga, sí, pero por otros conceptos. Unos pagan su suscripción a El Diario, a 5W o a El Español, no por la información en sí, sino para que esas noticias existan, porque sí, sólo pueden existir en internet si son gratis, aunque sea dentro de ocho horas. Otros eligen a Blendle para que seleccione lo mejor de esa información gratis que circula, y pagan por ella porque, aunque sea gratis, está verificada. Ya tienen más de 26.000 suscriptores.
Puedes vender algo que te sirva para financiar esa información, pero no se paga por información como tal, no se puede, es ontológicamente imposible. Leer este post es gratis. Me ha costado mi trabajo, lo saben, pero no puedo cobrarles por ello. Es gratis. Mientras decíamos que cuesta dinero y que hay que pagarlo, lo hemos hecho todo gratis.
Es un pensamiento desasosegante y al tiempo liberador.