Esta mañana estuve leyendo un trozo de Voices from Chernobyl. El extracto fue publicado en 2004 y lleva unos cuantos años flotando en internet aunque, por supuesto, nunca lo habría buscado si Svetlana Alexievich no hubiese sido premiada el pasado jueves con el Nobel de Literatura.
Es reporterismo en grado cero. Testimonios entrecomillados de entrevistas a supervivientes, sin presentación más allá del nombre de la persona y su afiliación con la catástrofe nuclear. Sin aderezo de adjetivos. Grano sin paja.
¿Dónde está la literatura aquí? En la compleja invisibilidad de la estructura y orden de las piezas de este puzle. En los ritmos, en los [largo silencio]. «Un estilo de la ausencia», como también dijo Barthes. Y sobre todo, la literatura está en que desde la primera línea estuve ahí, crucé el umbral de manera inmediata. Yo lo llamo el umbral.
One old man —he was already on the ground. Dying. Where was he going to go? «I’ll just get up,» he was crying, «and walk to the cemetery. I’ll do it myself»
Sé que hay mucha gente que vive de estudiar y divulgar este cansino debate sobre literatura y periodismo, que si la intención, que si las metáforas (*). Siento pincharles la burbuja.
Para mí, si vas en el autobús a las 7:45 de la mañana, te pones a leer un reportaje y ¡click! estás allí mentalmente, viendo en un lóbrego hospital a los bomberos de Chernóbil metidos en bolsas y en otra sala a sus esposas, tratando de sobornar a la enfermera para verlos. No lo dude más, ha atravesado el umbral: es literatura. Si su mente sigue allí, entretenido, interesado pero sin dejar de ser consciente de cada timbre de móvil, conversación, olor o frenazo… lo siento, está usted en el autobús leyendo el periódico.
También hay veces que uno cruza el umbral y el resultado luego es decepcionante, pero queda algún consuelo por el viaje interior. No hay un método o un patrón común; a veces es en primera persona, otras en tercera; a veces hay un personaje o varios, a veces no.
Hay un umbral, se cruza o no, y si no se cruza, fin del debate.
Es mi criterio, claro. Por eso no entiendo que a veces llamen literatos a gente que nunca me ha hecho atravesar el umbral. Tampoco sé por qué muchos novelistas se meten a columnistas y no a reporteros à la Alexievich.