Después de comer, me tumbé en la cama y me puse a mirar el móvil tratando de dejarme atrapar por el sueño. Vi una oferta de empleo en ProPublica:
«Education reporter«.
‘Vaya, buscan un reportero de educación. Qué sencillo’, pensé. ‘Sé perfectamente que lo que hace un reportero -de educación, de economía o de ciencia- es salir con una grabadora y preguntas apuntadas en la libreta, tomar notas, buscar documentos, llamar a los expertos, quedar con ellos, hacerse preguntas, viajar a sitios y encontrar respuestas’.
Me gusta esa palabra, me siento muy identificado con ella. Si alguien se me presenta y me dice «soy reportero» sé a qué se dedica en su día a día. A lo mismo que yo.
Pero si alguien me dice «soy periodista» no sé a lo que se dedica, ni siquiera sé si se dedica al periodismo activo o simplemente es un licenciado en periodismo. Es como la palabra «filólogo», que hoy en la práctica significa «licenciado en filología que trabaja de cualquier otra cosa».
Pensaba en todo esto y en las veces que la palabra «reportero» salió en mis entrevistas de trabajo para El Español. Fue un muy buen augurio, y es bueno que vuelvan a buscarse y a ficharse reporteros.
Cuando volví de Estados Unidos en 2011 me puse a buscar empleos en periodismo y todo lo que veía eran trabajos como «embajador de marca», «community manager«, «experto en SEO», «copy junior«. ¿Pero qué carajo era todo esto? ¿Dos años de máster en periodismo de ciencia con exámenes finales que eran reportajes para esto? ¿Pero qué cojones es un copy junior y qué tiene que ver con dar noticias? Incluso la Asociación de la Prensa daba cursos de estas cosas, ¿pero qué leches pasa aquí? ¿Y alguien que quiera ser reportero, dónde se mete? La única opción era otro anglicismo: freelance.
En aquel momento, me sentí totalmente perdido, profesionalmente hablando. Pero no, al parecer los que estaban perdidos eran otros. Gracias a las redes sociales vi que había mucha otra gente de mi generación en la misma situación: sin acceso funcional a un trabajo de reportero, publicando gratis o por cuatro duros auténticas joyas en arrabales informativos, para un público menor del que merecían, buscándose la vida dentro y fuera de España como reporteros en un sector que había perdido la cabeza buscando expertos en trucar titulares para que Google los situara más arriba.
Ahora, afortunadamente, voy a compartir redacción con algunos de ellos. Y a otros los leo ya en importantes cabeceras. Así que sí, está bien que se haya vuelto a imponer poco a poco la cordura y que alguien que quiera trabajar haciendo noticias, reportajes y entrevistas pueda, al menos, optar a hacerlo. Aún planean muchas incertidumbres sobre este viejo negocio de dar noticias, pero creo que esta era una de las principales y comienza a resolverse.
Y después de pensar en todo esto, me quedé felizmente dormido.