He echado un vistazo a la encíclica Laudato si’ (Alabado seas) que el papa Francisco publicó la semana pasada. Dado que no soy aficionado a este tipo de literatura, afronté la lectura con cierta ingenuidad textual pero, por supuesto, armado con otro tipo de prejuicios sobre el autor. La verdad es que me sorprendió que estuviera escrita de forma tan llana y con bastante pulcritud en lo que se refiere a datos concretos sobre el calentamiento global o el ciclo del carbono.
Dicho lo cual, me ha sorprendido un poco la falta de memoria que ha habido en el debate público sobre la encíclica. Personalmente, no soy una persona de gran memoria -salvo en el área de conocimiento inútil, como alineaciones de equipos de los años 90- y quizá por eso suelo tirar de documentación antes de ponerme a teclear.
Por un lado, están los que han encumbrado a Bergoglio como El Papa Verde y a su encíclica como un texto revolucionario al estilo Rachel Carson. Hace apenas dos años el Papa Verde era Benedicto XVI, en cuya encíclica de 2009 Caritas in veritate (Caridad en la verdad) decía cosas como:
«Hoy, las cuestiones relacionadas con el cuidado y salvaguardia del ambiente han de tener debidamente en cuenta los problemas energéticos. En efecto, el acaparamiento por parte de algunos estados, grupos de poder y empresas de recursos energéticos no renovables, es un grave obstáculo para el desarrollo de los países pobres. Éstos no tienen medios económicos ni para acceder a las fuentes energéticas no renovables ya existentes ni para financiar la búsqueda de fuentes nuevas y alternativas».
Nota: Las cursivas son de Su Santidad o de su oficina de prensa.
Y mucho antes, el Papa Verde era Juan Pablo II, que en el Día Mundial de la Paz de 1990 ya urgió a los asistentes a ver el mundo natural como una de las creaciones de Dios que valía la pena proteger. Así que la cuestión es si en el siglo XXI es ya posible tener un papa que no sea verde, si el cuidado por el medio ambiente forma ya parte de la doctrina católica tanto como la castidad.
Por otro lado, también están los que han dicho que Bergoglio debería limitarse a hablar de lo suyo. Por ejemplo Jeb Bush, pre-candidato republicano a las elecciones de 2016, dijo al New York Times: «Espero que mi sacerdote no me castigue por decir esto, pero no recibo lecciones de política económica de mis obispos o mis cardenales o mi papa», lo cual es curioso porque seguramente muchos de los que fueron a ese mitin suyo en New Hampshire han recibido alguna vez lecciones de biología evolutiva u orígenes del universo por parte de sus sacerdotes, obispos o cardenales.
En fin, a lo que iba.
El estado del Vaticano, con todas sus particularidades, es un estado soberano que forma parte de la UNFCC, la convención de la ONU que se encarga del cambio climático. Y como tal, participa en sus actos con su propia delegación y en los últimos tiempos se ha posicionado a favor de la acción política contra el cambio climático.
Sin embargo, el Vaticano no juega a este juego con las mismas reglas que los demás. Debido a que el país es un trozo de 44 hectáreas inserto en mitad de Roma, el Vaticano no estaba obligado a firmar el Protocolo de Kioto, sino acogerse al mismo como «miembro observador». Así que no lo firmó, al igual que hizo Andorra. Tampoco se acogió a la Convención para la Diversidad Biológica en 2009. Es una postura extraña, dado que además Italia, el país que lo rodea por completo, sí se acogió a ambos compromisos. Bien es cierto que en ambos casos el jefe de estado era otro. ¿Será capaz Francisco de sumar la Santa Sede al próximo tratado?
Curiosamente, el Vaticano ha hecho bastantes esfuerzos por el medio ambiente en los últimos años. De hecho, sirve un poco como ejemplo en miniatura de las políticas ambientales de países mayores. En primer lugar, en 2007 anunciaron que serían el primer estado carbon-neutral del mundo. ¿Cómo? Gracias a la plantación de un bosque de 10.000 hectáreas en Hungría cuyos árboles absorberían el dióxido de carbono que el Vaticano produce en transportar al Papa, encender los radiadores o iluminar la basílica. La Santa Sede se alió con una empresa húngara llamada KlimaFa, a la que pagaría mediante bonos de carbono, un mecanismo que establecía Kioto para que los países más contaminantes compensaran a los menos contaminantes, y que la Unión Europea pensó que serían geniales para reactivar las nuevas economías del Este.
Lo que ocurrió es que, pese a que Benedicto XVI incluso autorizó al Banco Vaticano para comprar estos bonos, jamás fueron comprados porque KlimaFa no plantó un sólo árbol. De hecho, hoy klimafa.com es un dominio perdido que ofrece consejos sobre las mejores pipas de marihuana.
Fue todo una estafa -no se sabe si por incompetencia o por avaricia- y en 2010 el jefe de prensa del pontífice reconocía que estaban planteándose demandar a los impulsores de la medida por daños a su reputación. No fueron los únicos en caer en manos de especuladores de bonos de carbono, de hecho, el caso del Vaticano aparece en una serie de seis reportajes sobre el tema recogidos en el Christian Science Monitor.
Luego llegó el boom de las renovables y el Vaticano no se quedó atrás, plantando mil placas fotovoltaicas en el tejado del auditorio Pablo VI, uno de los edificios más modernos del Vaticano, construido en los años setenta. La electricidad limpia generada da para alimentar las necesidades de ese edificio. Y poco tiempo después, con la llegada de los coches eléctricos, llegó el Papamóvil eléctrico con una campaña estupenda para Renault y su presidente, que entregó en persona a Ratzinger las llaves de su nueva Kangoo eléctrica cual presentador de un concurso.
En el fondo da la impresión de que siempre ha sido así, maniobras de relaciones públicas de unos y otros. Presentar a una institución milenaria como sensible, cercana también a los problemas del planeta, y de paso fotografiarse junto al papa: Win-win situation.
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De: Antonio Villarreal
Enviado: Lunes, 22 de junio de 2015, 11:04:22
Para: press@unfccc.int
Good morning,
My name is Antonio Villarreal and I am a Spanish science journalist. I am writing a story on Pope Francis’ encyclical on climate for a Spanish newspaper and was wondering if there are any estimates of the Holy See CO2 emissions or the Vatican footprint. I have been looking for these figures in the UNFCCC documents but haven’t seen anything on this. Are there any sources of information in which I can find these stats? Is Vatican, as an observer country for the Kyoto protocol, exempt to disclose their emission levels, or are these included with the Italian emissions?
Hope you can help, thanks a lot and have a good day. Kind regards,
Antonio
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De: press@unfccc.int
Enviado: Martes, 23 de junio de 2015, 13:34:23
Para: Antonio Villarreal
Dear Antonio Villarreal,
Thank you for your message. You are correct: as an observer State to the
UN Framework Convention on Climate Change, the Holy See is not obliged to
report its greenhouse gas inventory.
Regards,
UNFCCC Press Office
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No me malinterpreten. El papa es una figura muy importante para muchísimos millones de personas y es fantástico que se posicione a favor de reducir las emisiones y cuidar más el planeta. De cara a las negociaciones para Kioto 2, puede tener un efecto positivo para que los ciudadanos de muchos países de mayoría católica, como africanos y centroamericanos, presionen a sus gobiernos para llegar a acuerdos.
Pero si de verdad Francisco quiere jugar a este juego, tiene que jugar con las reglas de todos. Para empezar, dentro de su pequeñísimo ámbito, publicando las emisiones del Vaticano o la huella de carbono de sus pocos, aunque muy móviles, habitantes. Actuar y no sólo predicar al resto de países.
Creo que hay un versículo que dice algo así en la Biblia… quizá era la epístola a los corintios, o no, no, quizá en los efesios. Ya he dicho que mi memoria no es la mejor.