La cancelación en diferido de María Blasco

Estoy siguiendo con gran interés todo lo que rodea al apiolamiento de la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.

En este país, alguien está en un pedestal desde el que solo se escuchan aplausos y elogios hasta que, en un momento dado y sin saber muy bien cómo, se decreta su fusilamiento. Los aplausos se silencian de repente y empiezan a llover piedras. A veces, desde las mismas manos que aplaudían.

Me interesan mucho estos procesos, reflejos de una sociedad esquizofrénica. Principalmente, por el papel que juegan en ellos los medios de comunicación. Más que describir, construyen.

Tres semanas de Pasión

La primera noticia que he podido encontrar al respecto es del 11 de diciembre. El ABC publica que El Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas se gastó casi un millón en un proyecto para comprar arte. Dos días después, en El País: El mayor centro de investigación del cáncer lleva años sin los equipos necesarios para trabajar: “Estamos al límite” y María Blasco culpa al Gobierno de la falta de fondos del CNIO y pone su cargo a disposición de Diana Morant.

El 14 de diciembre, The Objective se suma con un La directora del centro contra el cáncer cobró 90.000 euros de más en tres años. El 15, ABC publica El Centro del Cáncer intentó que su directora se perpetuara en el cargo. Un día después, en El País, Científicos del CNIO, el mayor centro de cáncer de España, exigen al Gobierno que cese a María Blasco y Una investigación oficial culpa a María Blasco de abuso de poder en el CNIO.

Una semana después de que todo empezara, prácticamente toda la prensa nacional ha encontrado algún indicio delictivo contra Blasco. El 17 de diciembre, El Debate publica La directora del Centro contra el Cáncer se compró al contado dos casas en Galicia mientras denunciaban que cobraba sobresueldos y The Objective que La cúpula del CNIO se repartió 720.000 euros en sobresueldos entre 2014 y 2020.

Blasco rompió su silencio poco después concediendo dos entrevistas, a eldiario.es y RNE, para denunciar una campaña «inaceptable» de desinformación en su contra.

La cascada de noticias contra la bióloga molecular ha seguido hasta estos días con acusaciones de lo más variopinto. Por ejemplo, haber gastado miles de euros en productos Apple o haberse llevado a su pareja e hijo a un viaje a Noruega.

Las noticias sobre el tema han alimentado, a su vez, muchas columnas de opinión. En El Confidencial, Juan Soto Ivars publicaba con su habitual sutileza, «¿Padece cáncer el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas?» en referencia a Blasco. Precisamente, en el mismo medio que, unos meses antes, premiaba a María Blasco por toda su carrera en una gala llamada Mujeres que Inspiran el Cambio. Más que una anécdota, una miniatura del caso Blasco y de un país que más que polarizado está bipolarizado.

¿Qué coño ha pasado para que una bióloga molecular especializada en telómeros, egregio currículum y anodinas maneras haya pasado a recibir más ataques en el último mes que en todos los años que lleva como personaje público?

Campañas de desinformación. No siempre negativas

En mi opinión —levemente informada por los años que llevo escribiendo del tema— María Blasco no ha sido objeto de una campaña de desinformación sino de dos. La actual, sospechosamente negativa, y otra, exageradamente positiva y que ha durado más de una década.

A veces he tomado algún café con alguna fuente dentro del CNIO y bueno, no es ninguna sorpresa que ahí dentro mucha gente no la soporta, en lo profesional o en lo personal. Diferentes caracteres, una acumulación de putadas y contraputadas a lo largo de los años… lo típico en cualquier empresa, solo que esto es uno de los principales centros de investigación en cáncer de Europa. En lo que todo el mundo parecía estar de acuerdo era en que Blasco era intocable.

Esta sensación, sin embargo, se ha evaporado en el último mes. Para una de las personas con las que hablé, la clave ha sido ver en El País varias noticias negativas seguidas sobre Blasco. No lo decía tanto por las noticias en sí —el autor, Nuño Domínguez, es de lo mejorcito que se estila en periodismo científico, pulcro y riguroso— sino por lo que para ellos revela: que la directora se ha quedado sin protección. Es triste que la gente tenga esta impresión de los periódicos pero bueno, tampoco voy a fingir sorpresa a estas alturas.

Más llamativo aún me resultó que no apareciera nadie para defenderla. Aquel verso de Simon y Garfunkel, silence like a cancer grows, le viene como un guante al caso Blasco. En esta ocasión, resulta ensordecedora la falta de apoyos. Después de una década fotografiándose casi cada semana con algún alto cargo del Gobierno, ahora Blasco está sola. He encontrado una única declaración de Diana Morant en un teletipo, muy al principio del quilombo, y no estoy aún seguro si respalda a Blasco:

(SERVIMEDIA - 13/12/2024) La ministra de Ciencia, innovación y Universidades, Diana Morant, defendió este viernes las actividades y la gestión del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), dirigido por María Blasco, y afirmó que “nunca” hablará “mal” ni contribuirá “al desprestigio” de un centro de investigación como este.

Twitter no sirve ya para informarse o documentarse como antaño, pero como termómetro sigue siendo muy fiable. En el último mes, ni la ministra Morant, ni nadie en la Secretaría de Estado de Ciencia o de Investigación —cuyos titulares, Juan Cruz Cigudosa y Eva Ortega-Paíno, fueron compañeros de Blasco en el CNIO durante varios años— han promulgado públicamente una palabra de aliento hacia ella. Todo esto ofrece para mí más pistas que esos titulares que la atacan. Algún gesto habría servido para aplacar buena parte de la ira que está habiendo en su contra. Pero en estas esferas nadie presta su sangre a un desahuciado.

La propia Blasco, por su reacción inicial a las críticas, también parecía seguir creyendo que estaba cubierta por esa capa de inmunidad ante la opinión pública que la ha protegido los últimos 13 años. Lo primero que hizo fue poner su cargo a disposición del patronato del CNIO, un órgano político-técnico que el año pasado la había ratificado en su puesto. Sin embargo, lo que antes era una red de seguridad es hoy una tela de araña.

She didn’t notice that the lights had changed…

Alguna señal entre tanto ruido

Observando al microscopio toda la secuencia, debió ser en algún momento entre el 12 y el 14 de diciembre cuando todo se descabalgó. Concretamente, cuando Blasco, en respuesta a un artículo de El País trató de devolver aquellas acusaciones lanzando la pelota al Patronato y más tarde al Ministerio.

En ese instante pasaron dos cosas, retroalimentadas: las voces discrepantes dentro de su centro, hartos de una jefa que creían intocable, se organizaron y comenzaron a segar la hierba bajo sus pies y la prensa crítica descubrió una nueva forma de atacar al Gobierno a través de lo que parece una infamia inexcusable: la malversación en caprichos de fondos para el cáncer.

En resumen, Blasco se ha quedado sola en una batalla con tres frentes y en un momento crítico para Moncloa, que lo último que necesita ahora es otro escándalo que les salpique.

En un proceso de muerte civil como este hay dos cursos que transcurren en paralelo: los hechos punibles y las emociones que tratan de suplantarlos. Como cuando cancelaron a Peio H. Riaño y algún columnista resentido salió diciendo: «no sé si todo eso de lo que le acusan será verdad, ¡pero conmigo fue un cabrón!«

Para que la cancelación llegue a concretarse y la persona en cuestión desaparezca de escena, hechos y emociones deben confluir, aunque sea mínimamente.

Ahora mismo, mucha gente ahí dentro o que ha tenido trato con ella en los últimos años está largando pestes a periodistas ávidos de sangre pero que no siempre son capaces de cocinar la mandanga que les llega. Por eso, estos días leemos una mezcla de titulares informativos y escandalosos que, en realidad, contienen poca sustancia punible.

Por ejemplo, lo de comprar al contado con su pareja una casa y una parcela en un pueblo de Galicia, un titular que palidece cuando se aclara que el valor estimado de esta vivienda rural no supera el salario anual de Blasco, con o sin sobresueldos. Que cobre lo mismo que el director del Museo del Prado o más que el presidente de una CCAA es una curiosidad, pero no una noticia.

Lo del programa de arte, origen de la polémica, tampoco parece para tanto. Organizaban un encuentro anual, pagado total o parcialmente por la RSC del Banco Santander a través de su fundación, entre un científico y un artista —habitualmente de renombre, premios nacionales y tal— para que se fueran una semana a algún lugar (¡Mozambique! ¡Noruega!) y crearan juntos una obra que luego era donada al CNIO, para exponerla o venderla. Se podrá considerar más o menos adecuado, pero es un programa más de outreach, como puede ser patrocinar una maratón. No tiene incidencia en las investigaciones que se hacen en el centro ni ese dinero podría haberse destinado a otra cosa.

Por cierto, este programa, que ahora el Patronato del CNIO ha mandado detener de repente en medio de un gran escándalo, lleva SEIS años funcionando, desde 2018. ¿Nadie se había dado cuenta o qué?

La lapidación contra Blasco ha llegado al momento en que cualquier piedra sirve. Por ejemplo, las acusaciones en ABC de que «la directora del CNIO gastó en viajes al menos 600.000 euros en dos años» o lo de los 300.000 euros en accesorios Apple. Aunque lo personalizan en el titular, dentro de ambas noticias especifican que en realidad no fue ella quien hace el gasto, sino todo el centro, compuesto por 700 empleados entre cuyas tareas está viajar a congresos o reuniones de proyectos repartidos por todos el mundo. Otro artículo, en El Debate, acusaba al CNIO de no experimentar en animales los fármacos que desarrollan preclínicamente. Esto es directamente absurdo. Aunque es cierto que, con el auge del bienestar animal, los centros se cuidan mucho de pregonar esto, es evidente que se les dan fármacos a los ratones, como demuestran las 700 notas de prensa del tipo «dos fármacos combinados muestran eficacia en ratones» publicadas por el centro. Es más, les aplican fármacos porque previamente les han desarrollado tumores concretos para probar esas moléculas.

Incluso las acusaciones que tienen más chicha, como el asunto de si cobró sobresueldos por los royalties de las innovaciones patentadas por el CNIO, están cogidas con pinzas. La cúpula del centro pudo cobrar 720.000 euros en regalías, pero parecía un sistema diseñado previamente y con cierta proporcionalidad a la aportación de cada cual. De los 4,2 millones obtenidos por el centro entre 2014 y 2020, «un jefe de unidad se embolsó un total de 613.707 euros entre 2014 y 2020; la directora, 53.572; y el vicedirector, 51.958 euros», publica The Objective. No parece un plan magistral diseñar un entramado para enriquecerte y que tu subalterno se lleve diez veces más que tú, ¿verdad?

Sin embargo, todos estos titulares y otros que se han retirado, aunque nunca llegaran a nada en un juicio contra Blasco —si acaso esa denuncia de Manos Limpias llegara alguna vez a tramitarse— hacen su función en toda esta cancelación. En las redes sociales, mucha gente la cataloga ya como una «sociata corrupta».

Es otro de los detalles que me han llamado la atención, en algunos medios se utilizan con María Blasco unas plantillas periodísticas prefabricadas que con alguien como Ábalos encajan bien… ¿pero con ella? Nunca jamás se la ha visto fuera de un entorno medianamente académico, científico o asociado a su cargo. La forma con la que se enfrenta al mundo, esa languidez y aspecto casi menesteroso con la que aparece en las fotografías resultan difíciles de encajar con los titulares que la acusan de haber montado una organización criminal en la que el dinero de los niños con cáncer acaba financiando iPhones y viajes al archipiélago Svalbard.

Hablemos de la gestión

De todo lo que se ha publicado estos días, el verdadero talón de Aquiles de María Blasco es la gestión.

Confieso —por si pensaban que este texto obedecía a algún tipo de contraprestación— que no conozco personalmente a María Blasco, no le debo dinero y, por desgracia, tampoco la he entrevistado en estos años, pese a que llevo visitando el CNIO desde antes de que ella fuera ascendida a directora. Allí los entrevistados siempre jalonaban la conversación con apuntes casuales sobre los exhaustivos procedimientos a la americana que tenían —ya saben, los periodistas y los científicos vemos a Estados Unidos como los cineastas ven a Francia— que si auditorías independientes, que si contratos de cinco años regidos por el up or out, o ibas para arriba o a la calle.

La pérdida de talento investigador, a veces con salidas traumáticas, como fue el despido fulminante de Manuel Hidalgo, uno de sus científicos más prestigiosos; la disminución en ingresos y en publicaciones de alto impacto; el deterioro de las instalaciones del centro, con falta de equipamiento crítico o problemas que afectan al animalario. Estos y otros problemas llevan sucediéndose desde hace años en un centro que, desde su nacimiento, se prometía no caer en los defectos que abotargan a la ciencia española. Son razones suficientes para que, en algún momento, el Patronato del CNIO se hubiera planteado darle otro impulso a la institución. Sin embargo, la reacción siempre fue a la inversa: máxima adhesión.

En su huída hacia delante, Blasco ha deslizado que el CNIO se rige por una estructura bicéfala donde ella solo es la directora científica, y las cuentas, contrataciones o condiciones del personal las lleva el Director Gerente del CNIO, Juan Arroyo. No obstante, a lo largo de los años hemos podido escucharla o leerla en multitud de entrevistas y declaraciones hablando sin problemas de sueldos de científicos, de préstamos, de proyectos o de demandas económicas al Gobierno, que actualmente sigue haciendo ella. Porque, ejem, ella es la directora.

Todo estos problemas, además, no son nuevos. Su nombramiento estuvo envuelto en controversias desde el primer momento, y sin embargo… parecía que la nobleza del objetivo —que la mujer ocupara al fin el lugar que merecía en el siglo XXI— justificaba tragar con un cúmulo de irregularidades en los procedimientos. Al final, es una venda que acabó poniéndose toda España en un ensalmo colectivo.

Un tuit de servidor en mayo de 2011, un mes antes de su nombramiento.

Al margen de su elección, fugazmente controvertida y pronto sepultada en la memoria, hubo muchas más cosas. Y pese a los elogios generalizados al CNIO, en aquellos años hubo periodistas que hicieron su trabajo. Los informes del Tribunal de Cuentas que señalan prácticas contables cuestionables llevan apareciendo regularmente desde 2015, como bien cubrió en su momento, por ejemplo Miguel G. Corral en El Mundo.

La interferencia con negocios paralelos de Blasco es incluso anterior, en 2013 Begoña P. Ramírez desvelaba en Infolibre que la directora del CNIO cobraba también y al mismo tiempo de Life Length, empresa fundada por ella misma y dedicada a hacer análisis de telómeros en resorts de lujo. Es algo ligeramente más escabroso que las no-noticias que están apareciendo estos días sobre Telomere Therapeutics, una spin-off del CNIO y la UAB de la que Blasco tiene una participación.

En 2016, Nuria Ramírez de Castro narraba en ABC la escandalosa fuga de cerebros que estaba padeciendo el CNIO bajo la dirección de Blasco: Manuel Hidalgo, Manuel Serrano, Alfonso Valencia… el goteo siguió durante más tiempo. En diciembre de 2018, Erwin Wagner, un fichaje estrella de la época de Barbacid a quien tuve ocasión de entrevistar cuando llegó, una década antes, se marchaba a Austria debido a la rebaja de su sueldo. Esto último no es culpa de María Blasco, claro.

La cosa con todo esto es que… todas estas noticias que leemos ahora son balas oxidadas, casquillos que Blasco ya esquivó en su momento. Parece otro simulacro de periodismo de investigación para una sociedad desmemoriada, y sin embargo, estas esquirlas de información reciclada parecen estar haciéndole ahora el daño que no le hicieron entonces.

Premios y más premios

Resulta que la gestión del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas durante todos esos años no era excelente. Quién lo diría, cuando la única respuesta de la sociedad española fue premiar incesantemente a María Blasco.

Alguna que otra vez —como periodista experto en ciencia y/o persona que ha escrito un libro sobre científicas españolas contemporáneas— me han consultado informalmente «oye, están haciendo una lista de científicos para un premio, preferiblemente quieren mujeres, ¿se te ocurre alguien, nos puedes dar unos nombres?», lo típico. Más de una vez, el jurado de turno se lo acabó otorgando a Blasco. Nunca solía recomendar su nombre, no por nada, sino porque entendía que ya era tierra conquistada para la mujer en la ciencia y que había otras investigadoras, menos conocidas pero con idéntico pedigrí y merecimiento. Además, Blasco lleva varios años más asociada a la gestión que a la investigación en primera línea, aunque en su defensa hay que decir que sigue publicando a un ritmo más que decente, en revistas top e incluso como primera autora.

En fin, todo esto a quienes otorgan las estatuillas les daba bastante igual. Hasta hace un mes, Blasco ha sido un perfecto comodín que ha recibido una cantidad absurda de galardones de todo tipo. Leo que los últimos han sido el premio Abogados de Atocha (otorgado por CCOO Castilla La Mancha) o el premio a la Mujer más Inspiradora de 2024, ahí es nada. Ella ha sido (todavía lo es) un tótem que representaba a muchas causas, todas ellas necesarias. Si hacía falta un rostro para apoyar una iniciativa sobre mujer, ciencia o visibilidad LGTBI, ahí estaba ella.

En realidad, quienes se los otorgaron no estaban premiando realmente a Blasco, solo se estaban premiando a sí mismos. Ella se llevaba a casa el pisapapeles de cuarzo y ellos la fotografía que venía a expiar sus pecados corporativos.

Cabe preguntarse si esta actitud va más allá de los eventos y los premios. Si tras los golpes en el pecho y las palmaditas en la espalda había un orgullo genuino por tener a Blasco al frente de uno de los principales centros en investigación en cáncer o simplemente el alivio de contar con un símbolo del que poder tirar en cualquier momento como sociedad.

Es comprensible que sus enemigos, quienes llevaban tiempo conspirando para que esto sucediera, estén ahora velando armas en silencio. ¿Pero dónde está la voz de aquellos que escribieron todas esas laudatios, honoris causa, loas y palabras de encomienda? Que nadie sufra por ellos, el peloteo nunca es en vano. Seguramente esos discursos serán recuperados muy pronto y los archivos .docx renombrados como exequias.

6 Comments

  1. Como alguien que conozco el centro le felicito porque haya hecho un trabajo periodístico realmente documentado, certero y digno.
    Gracias

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  2. Buenas tardes, únicamente puntualizar que CCOO de Castilla-La Mancha canceló la concesión del premio a Maria Blasco.

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    1. Gracias María José, no había visto nada al respecto. Pero fue por razones organizativas, ¿verdad?

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